La oleada migrante no se detiene en el cruce fronterizo entre Coahuila y Texas. Este viernes los grupos de cientos de centroamericanos dieron una tregua y se cuentan por decenas.
De ambos lados de la frontera hay presencia militar, pero en ninguno de los casos los agentes se interponen a los intentos de cruce. Las policías estatales se encuentran atentas, pero no intervienen.
A las 9:30 de la mañana, un grupo de migrantes, aproximadamente un centenar provenientes de Venezuela y Cuba, ingresaron a territorio estadounidense.
Zayda, migrante hondureña, estaba acompañada de su hijo y su vecina Geraldine. Estaban preocupadas por el cruce, fueron abandonadas en la frontera y cruzaron el Río Grande sin saber nadar.
No sé nadar, así que nos agarramos entre todos así, agarrándonos en cadena logramos pasar; vengo asustada por el niño. Me dice: mamá lo logramos te sientes feliz por mi apoyo, me dice”. Zayda Briscas, hondureña
Las personas en tránsito son escoltadas por la Patrulla Fronteriza. A su paso cuentan su cansancio, pues han caminado durante horas.
Muchos vienen lastimados de los pies, con los zapatos rotos y en otros casos, sin zapatos.
“No es justo lo que está pasando aquí, y nada más lo está haciendo nuestro gobernador estatal para conseguir puntos políticos, y es triste que use seres humanos y los trate como ganado. Se deben de respetar los seres humanos”. Jesús Fuentes, comerciante Eagle Pass
Las autoridades texanas advierten de una nueva oleada en los siguientes días.
Hasta el momento se han contabilizado tres decesos y aseguran que la comunidad texana teme a las personas migrantes.
“Es mucha gente pero entiendo que los trenes están parados allá ya casi en Monterrey, pero ya que se empiecen a juntar los trenes se me hace que va a haber muchas personas, esperamos más, pero así es el presidente de Estados Unidos. Esperamos más. Que sepamos nosotros aquí son tres. La vecindad tiene miedo, son extraños que andan aquí “ Tom Shmerber, sheriff del condado de Maverick
En la orilla del Río Bravo, unas cinco millas muestran la crisis migrante en pleno, con restos de ropa entre el alambre de púa, es la prueba de la desesperación por llegar a suelo norteamericano.