El ejército de Filipinas trataba este martes de llevar agua y comida a las islas desoladas por el destructivo tifón Rai, mientras organizaciones humanitarias pedían ayuda para los cientos de miles que se quedaron sin hogar.
Al menos 375 personas murieron y cientos resultaron heridas cuando el tifón Rai arrasó el centro y el sur de este archipiélago, destruyendo casas de madera, arrancando árboles y cortando el suministro energético en numerosas islas.
Naciones Unidas informó de la “devastación absoluta” en las áreas más afectadas por Rai, que tocó tierra el jueves en Filipinas como supertifón, el más potente en llegar al país este año.
“Nunca en mi vida me había encontrado con un tifón así”, dijo el sacerdote católico Antonieto Cabajog en Surigao, en la punta norte de la isla de Mindanao.
“Decir súper es quedarse corto”, añadió a una agencia de noticias gestionada por la iglesia.
Más de 400,000 personas estaban alojadas en centros de evacuación o con familiares, indicó la agencia de desastres nacionales, después de que sus casas fueran dañadas o destruidas por el ciclón.
Una de las islas más destruidas fue Bohol, conocida por sus playas, sus “colinas de chocolate” y sus diminutos primates tarseros.
Allí murieron al menos 94 personas, dijo Arthur Yap, el gobernador principal de la isla, donde se declaró estado de calamidad.
El gobernador aseguró que la provincia se quedó sin dinero y pidió ayuda al presidente Rodrigo Duterte. “Si no envías dinero para comprar comida, envía soldados y policías porque habrá saqueos aquí”, dijo en una entrevista a la radio DZBB.
También hubo amplia destrucción en las islas de Siargao, Dinagat y Mindanao, que recibieron lo peor de la tormenta cuando irrumpió con vientos de hasta 195 kilómetros por hora.
Todos los recursos disponibles
Miles de militares, policías y guardacostas fueron desplegados para entregar comida, agua potable y suministros médicos a los supervivientes, que sufren para encontrar productos básicos.
“He ordenado (al ejército) desplegar todos los recursos disponibles -buques, barcas, aviones, camiones- para llevar bienes a las zonas afectadas”, dijo el lunes el secretario de Defensa, Delfin Lorenzana.
También se llevó maquinaria pesada como excavadoras o palas mecánicas para despejar las carreteras.
Cruz Roja también está enviando provisiones a las islas de Siargao y Bohol, dos destinos turísticos todavía renqueantes por la desaparición de visitantes provocada por el COVID-19.
La organización pidió 22 millones de dólares para financiar la actuación de emergencia. El Reino Unido ofreció un millón de dólares para este esfuerzo.
Otras organizaciones no gubernamentales están también solicitando donaciones.
En Palawan, la última isla impactado antes de que el tifón dejara el país, granjeros y pescadores perdieron sus medios de vida, dijo el cura católico Eugene Elivera en la capital provincial Puerto Princesa.
Muchos en esa isla “nunca” experimentaron una tormenta tan fuerte.
“El reto ahora es cómo empezar de nuevo”.
Eugene Elivera, cura católico
Rai impactó Filipinas de forma tardía, donde la temporada de tifones suele extenderse de julio a octubre.
Los científicos advierten que estas tormentas son cada vez más poderosas y se fortalecen más rápido debido al calentamiento global provocado por el cambio climático.
Filipinas, considerado uno de los países más vulnerables ante este fenómeno, suele recibir unos 20 tifones cada año.
En 2013, el tifón Haiyan dejó más de 7,300 personas muertas o desaparecidas, siendo la tormenta más potente en haber llegado a este país.