“¡Es una actividad rentable!”, afirma encantada Agathe Vanié, una agricultora que como miles de mujeres de las zonas rurales de Costa de Marfil se dedican al cultivo ecológico para alcanzar la independencia financiera, un privilegio.
Agathe Vanié muestra con orgullo los productos de las estanterías de la primera tienda orgánica de Divo, en el centro-oeste de Costa de Marfil.
Las cajas de berenjenas, cacahuetes (maníes), pimienta, pimientos, cúrcuma con sello de producto ecológico que atraen a muchos clientes proceden de las tierras de 2 mil campesinas de Divo agrupadas en Walo, una asociación de lucha contra la pobreza.
“Los productos químicos que usamos para rociar el suelo, las plantas, las frutas nos provocan enfermedades. Desde que conozco esta tienda, consumo productos buenos”.
Marie Michèle Gbadjéli, una agricultora.
“Hay que concientizar a las mujeres para que dejen de tratar el suelo”, abunda Agathe Vanié.
La presidenta de Walo (“amor” en lengua dida, la de la etnia local) espera que las agricultoras consigan autonomía financiera mientras hacen un cultivo ecológico y productos saludables.
“Reuní a las mujeres para que se lancen en la agricultura ecológica, primero para garantizar su salud, para que sean autónomas y puedan enviar a sus hijos al colegio y salir de la pobreza”, explica.
Las mujeres de la asociación, que antes se dedicaban a producir cacao, se dejaron tentar por la idea. “Podremos ganar dinero apostando por otro cultivo que no sea cacao, cultivando bienes alimentarios sin fertilizantes químicos“.
El cultivo ecológico cambió su vida
En el pueblo de Bôkô, cerca de Divo, en entre colinas verdes, las mujeres parecen encantadas de haberse sumado al proyecto.
“Ya no echamos productos químicos en los campos. El paso al orgánico nos cambió la vida, podemos ganar algo de dinero para ocuparnos de nuestros hijos y escolarizarlos”.
Florence Goubo, madre de cinco hijos, azada en mano.
“Nos engañaron con los productos químicos”, se queja Suzanne N’Dri, en medio de su plantación de plátanos, ñame y mandioca y que también se ha apuntado a la cría orgánica de cerdos y cabritos.
Madeleine Zébo, presidenta de las mujeres productoras de bienes orgánicos en Bôkô, alaba el éxito comercial de los cultivos de estas plantaciones éticas y respetuosas con la ecología, donde los niños no trabajan en el campo.
“Vendemos fácilmente a precios envidiables nuestros pimientos, berenjenas, quingombós, miel, cacahuetes, malanga, tomates”, enumera Zébo.
Al igual que Walo este tipo de iniciativa gana terreno en las zonas rurales de Costa de Marfil, donde la tasa de pobreza del sector agrícola ronda el 60%, según las estadísticas oficiales.
Orange Bank Africa y ONU Mujeres firmaron el 1 de julio en Abiyán un acuerdo de asociación para abordar “los desafíos de acceso a la financiación y de comercialización a los que se enfrentan las mujeres del mundo rural”.
Las mujeres de Costa de Marfil “todavía sufren hoy fuertes desigualdades y se topan con muchos problemas estructurales en sus actividades empresariales y agrícolas”, apunta Orange Bank Africa, que pone como ejemplo “la dificultad del acceso al crédito”.