El parque Karukinka atesora bosques de lenga, coigüe y ñirre, una reserva de árboles centenarios que en el pasado se salvó de la industria maderera, pero hoy afronta la amenaza de una plaga de castores que está diezmando este importante pulmón de América, ubicado en Chile.
Estos roedores canadienses llegaron al extremo austral en 1946, junto con el desarrollo de la industria peletera, en el marco de una campaña para poblar las remotas tierras patagónicas entre Argentina y Chile.
Con sus diminutos cuerpos de apenas 75 centímetros de longitud y sus dientes de sierra, los castores arrasan en sólo un par de días árboles que demoraron hasta un siglo para alcanzar la altura de su madurez.
- Más de 70 años después del arribo de las primeras diez parejas del castor americano, la población se estima actualmente en más de 100 mil.
Estos roedores construyen perfectos diques en los ríos y lagos para hacerse madrigueras con hojas, cortezas y raíces, tal como en su hábitat original en América del Norte, donde los bosques se regeneran más rápido que en la Patagonia.
En siete décadas en esta región, el impacto socioeconómico de la invasión biológica se estima en 73 millones de dólares, según las organizaciones que trabajan en la conservación de Karukinka y el Ministerio del Medioambiente de Chile.