Ante la amenaza de una enfermedad potencialmente mortal y sin una vacuna, hace 100 años la humanidad se enfrentó a la pandemia más devastadora de su historia, la cual cobró la vida de entre 20 y 40 millones de personas en todo el mundo, siendo el regreso a clases todo un reto en aquellos tiempos.
Con presencia de una amenaza tan letal, ¿cómo se pudo garantizar el regreso a clases de los niños de forma segura?, este dilema se enfrenta nuevamente hoy en día, debido a la pandemia causada por el coronavirus COVID-19.
Con el fin de proteger a los niños en las escuelas, una solución fue utilizar los espacios abiertos como aulas, con pizarrones y escritorios portátiles, por lo que en varios países los estudiantes y maestros comenzaron a tomar clases en jardines.
En Europa, desde el año 1904 se habían registrado experiencias de enseñanza al aire libre, surgiendo inicialmente en Alemania y Bélgica.
Este movimiento creció durante las décadas siguientes, e inspiró acciones en Estados Unidos, donde en el año 1907, dos médicos de Rhode Island sugirieron abrir escuelas en áreas abiertas.
Con el éxito de esta iniciativa, que durante los primeros años del siglo XX registraron cero contagios de tuberculosis entre los niños que ahí estudiaban, en el año 1920 se retomó este modelo, con el fin de que los niños pudieran regresar a clases en medio de una pandemia causada por un brote del virus influenza A del subtipo H1N1.
Este modelo de escuelas se adoptó en varios países, en el que la idea principal fue sacar a los niños de lugares insalubres y ponerlos en contacto con la naturaleza, con la intención de fortalecer su sistema inmunológico, sin embargo, el sistema casi desapareció en las décadas de 1950 y 1960.
Actualmente el mundo entero está discutiendo la reanudación de las clases presenciales, donde los niños tienen que asistir con cubrebocas o mascarillas y se sientan en aulas con separadores acrílicos entre ellos, por lo que el modelo de escuelas al aire libre ha sido volteado a ver nuevamente.
“Quizás estamos tan apegados a las soluciones empresariales, diseñadas para adultos trabajadores, que no podemos reconocer la insuficiencia de estas medidas para los estudiantes en los primeros años de la educación básica. Al poner a los niños en mayor contacto con la naturaleza, se empiezan a explorar otros espacios en la experiencia educativa”.
comentó Diana Vidal, profesora de Historia de la Educación en la Universidad de Sao Paulo.
Estudios científicos señalan la proliferación y propagación del COVID-19 es mucho menor en espacios abiertos y ventilados naturalmente.
- El actual reto es, ¿cómo trasladar la escuela al espacio exterior, principalmente en grandes ciudades, con pocas áreas libres disponibles?
Varios estudios han sugerido la creación de aulas temporales en parques, plazas y clubes, dirigidas principalmente a los más pequeños, con el fin de liberar el interno de la escuela para programar el regreso de niños mayores y adolescentes. También sugiere el uso de mesas de picnic o poda de árboles para crear bancos de madera, y el uso de materiales livianos, como rotafolios y tableros con sujetapapeles.
Un obstáculo importante, es que, incluso antes de la pandemia, el contacto de muchos niños con la naturaleza ya era raro o casi nulo, sin embargo, la sugerencia destaca que este contacto podría ayudar a promover una infancia más rica, más creativa y más saludable.
Actualmente, en Nueva York se llevan a cabo demostraciones para fomentar las clases al aire libre. Al mismo tiempo, el uso de espacios abiertos se ha discutido en diferentes partes del mundo.
En Estados Unidos la organización Green Schoolyards creó la Iniciativa Nacional de Aprendizaje al Aire Libre, recopilando estrategias que son adoptadas, como la adaptación de espacios en los patios de las escuelas.
Dinamarca también creó un portal con propuestas de “educación fuera del aula” en medio de la pandemia.
En la región de Cachemira, en la frontera entre India, China y Pakistán, se lanzó una iniciativa en la que los niños estudian al aire libre, incluso en condiciones climáticas adversas, donde estudiantes y maestros usan máscaras protectoras.
“El exterior no tiene por qué ser solo para las famosas excursiones escolares. Nos veremos obligados a utilizar el exterior, que es mucho mejor que el cerrado. Es una invitación a pensar en cómo aprovechar mejor los espacios que tenemos”.
comentó Diana Vidal.