Los manglares de San Crisanto, en Yucatán, fueron rescatados hace más de 20 años por los pobladores, quienes los cuidan y apoyan al planeta con su actividad, que es de vital importancia en el combate al cambio climático.
“El carbono azul, por así decirlo, son los contaminantes que están en la atmósfera; son absorbidos por todos los ecosistemas marinos, como son los pastizales, el manglar, y todo lo que tenga que ver con el mar, entonces el trabajo de nosotros es que cuando entra en el manglar, lo purifica y se envía como aire limpio; en este caso, como oxígeno al medio ambiente”.
Aurora Mena, encargada de la fundación
Con su labor de conservación, 690 hectáreas fungen como área de almacenamiento del carbono azul, donde acopian 25 toneladas anuales por hectárea; es decir, 17 mil 250 toneladas al año.
Los manglares de San Crisanto, en Yucatán, absorben el carbono azul entre tres y cinco veces más rápido que los bosques, lo “secuestran” y mantienen en el suelo por miles de años.
Los manglares de San Crisanto, en Yucatán, también son una fuente de ingresos
Gracias a esta labor, la comunidad ha conseguido recibir créditos de carbono azul, puntos que se convierten en dólares o euros, y que dan un beneficio a la localidad, a los guardianes de los manglares de San Crisanto, en Yucatán, para que sigan conservándolos.
“Lo que hacemos es ir a la zona, o sea, se toman algunos puntos en el GPS de manera aleatoria; vamos al lugar donde hay una parcela con muchos arbolitos y a partir de 2 centímetros y medio de diámetro; se mide el grosor, la altura y una distancia qué hay del centro de la parcela hacia afuera, y que tan sano está el árbol. Entonces ya se capturan en un Excel, para luego ser enviados a un programa que hace toda la conversión para que ya al final te diga cuántas son las toneladas de carbono que se están almacenando”.
Aurora Mena, encargada de la fundación
En el proyecto realizan acciones para favorecer el crecimiento de la zona, tales como remoción de impedimento para la regeneración natural, brigadas de recolección de basura, poda y vigilancia, y restauración hidrológica.
“Tenemos una satisfacción porque mucha gente que viene de otros lugares nos alaba, entonces es algo que, para todos nosotros, como ejido o comunidad que somos, se siente agradable porque te dicen, tú estás contribuyendo con algo que mucha gente no lo hace”.
Luciano Salas, ejidatario.