Bajo algunos árboles y sus sombra hay un salón de clases. Karla, maestra en educación especial, y Brenda, pedagoga, lo instalan por las mañanas par los niños que llegan a tomar clases diariamente.
“Las mesas son ahí más o menos fabricadas, cada quien trae su sillita”. Karla González. Maestra voluntaria
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“…Nos subimos a las mesitas para colocar la lona, limpiamos un poco con agua porque hay tierra”. Brenda Mata. Maestra voluntaria
Sofía también es maestra; sin pizarrón y sin chicharra sus clases comienzan a las 10:30 de la mañana.
“Cuando yo recién egresé de la universidad dije “Ah qué bonito sería trabajar en un pueblito, atender a esas poblaciones” y no voy tan lejos, lo encontramos en nuestra ciudad”. Sofía Morán. Maestra voluntaria
Las tres son maestras voluntarias de niñas y niños purépechas, habitantes de asentamientos en linderos de arroyos vehiculares de alcaldías como Iztapalapa, Tláhuac y Xochimilco en la Ciudad de México.
“Lo que más nos cuesta trabajo es el ruido de la avenida y el riesgo, estamos aquí, nos tratamos de hacer más al centro posible pero en algún accidente estando aquí a un ladito del arroyo vehicular pues podrían ocurrir muchas cosas”. Brenda Mata. Maestra voluntaria
Bajo techos de lona, con pisos de tierra, sin baños y con fogones de leña donde calientan sus alimentos. Piensan y hablan en purépecha.
Mediante una asociación es como buscan que estos niños ejerzan su derecho a la educación.
“Participan cuatro maestras voluntarias y una persona que está haciendo su servicio social; apoyando con sus tareas o también con talleres, algunas dinámicas para dar capacidades en el desarrollo humano”. John Kennedy. Dir. Arnoldo Janssen A. C.
Las carencias materiales no son las únicas de estos pequeños, hijos de carpinteros y comerciantes originarios de Michoacán.
“Ellos de lo que carecían era: una, de ir a una escuela, no estaban inscritos algunos de ellos; dos, estaban inscritos, pero con un alto rezago educativo. Muchos de ellos ni siquiera sabían escribir el nombre”. Karla González. Maestra voluntaria
Sofía lamenta que sean los olvidados de la gran urbe.
“La sociedad los nota, simplemente son niños olvidados, excluidos”. Sofía Morán. Maestra voluntaria
Pequeños que estaban acostumbrados a la deserción escolar y a iniciar la vida adulta a temprana edad. Pero, tras un año de trabajo, hay un horizonte distinto.
“Ya no hay tanta deserción escolar como antes y ahora hemos visto en los papás como hay una necesidad de inscribirlos hasta en preescolar, eso no era una práctica en ellos. Había un niño que había dejado la primaria y ahora que vienen las maestras él retomó y hasta terminó su primaria”.
“Participan cuatro maestras voluntarias y una persona que está haciendo su servicio social; apoyando con sus tareas o también con talleres, algunas dinámicas para dar capacidades en el desarrollo humano”. John Kennedy. Dir. Arnoldo Janssen A. C.
“Este año logramos que cuatro niños se inscribieran a la secundaria”. Karla González. Maestra voluntaria
Los padres de los pequeños, como José González, están contentos con la idea de un mejor futuro.
Actualmente la fundación trabaja en cuatro asentamientos donde atienden a 60 niños que quieren tener una profesión. Sembrar aspiraciones es una satisfacción.
“Que un niño diga -yo quiero ser médico porque quiero ayudar a los demás-, no es para hacerse rico él o para obtener dinero, sino para dar frutos para los demás”. Karla González. Maestra voluntaria
¿Cómo ayudar a regularizar niños?
El modelo podría replicarse en otros campamentos indígenas. Para apoyarlos puede escribir a la fundación o contactarlos vía telefónica.
- fundacionarnoldjanssen@gmail.com
- 55 47 68 11 94
Los pequeños agradeceran este esfuerzo.