El candil afuera del Salón Tesorería, en el Palacio Nacional, en pleno Centro Histórico de la CDMX, confirmó el aviso de sismo.
Personal de Presidencia, Hacienda, guardias nacionales y trabajadores de intendencia salieron a los patios de Palacio Nacional y se concentraron en los puntos seguros.
Cerca, en el cuarto piso del gobierno capitalino, los empleados se replegaron a la pared. Cuando el sismo terminó, bajaron las escaleras.
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“Compañeros, pegados a la pared, no pueden ir en los barandales, por favor, con mucho cuidado. Rápido, señores”, se escuchaba decir al personal encargado de la seguridad del recinto.
Al llegar a la plancha del Zócalo, los trabajadores escribieron y llamaron a sus familiares, mientras que en la calle de Brasil los candiles aún oscilaban.
En Brasil, precisamente, en cuestión de minutos, la calle se llenó de empleados y alumnos evacuados. Un microbús y varios autos quedaron varados en el mar de gente.
Al igual que los edificios de Paseo de la Reforma, el Senado de la República fue desalojado por el sismo: “Sigan avanzando”, gritaba el personal de seguridad, mientras los trabajadores se colocaban en los carriles centrales y los automovilistas se detenían.
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Más al sur, personal de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) de la CDMX se concentró en la Glorieta de Insurgentes.
Al norte, la alcaldía Gustavo A. Madero fue desalojada. Minutos más tarde, los equipos de Protección Civil dieron parte: “Se evacuaron a mil 65 personas en un aproximado de tres minutos”.
Tras el temblor, los empleados ingresaron poco a poco a sus lugares de trabajo: “Podemos regresar a continuar con nuestras labores, qué bueno que no haya pasado a mayores”, expresó Ana Lilia Rivera, presidenta del Senado.
Más tarde, el gobierno de la Ciudad de México informó que hubo saldo blanco.