En calles, parques, plazas públicas o edificios abandonados es donde viven los migrantes de Centro y Sudamérica que a diario llegan a Ciudad Juárez con la ilusión de cruzar a Estados Unidos en busca del llamado “sueño americano”.
Andrés y Belén son un matrimonio venezolano procedente de Caracas. Llegaron hace un mes con sus tres hijos a esta ciudad fronteriza, donde el propietario de un edificio abandonado los dejó establecerse ahí con la condición de limpiar el lugar.
Un tendedero improvisado con un lazo tiene un doble propósito, sirve para secar la ropa y cobijas, y ataja el helado viento del temporal.
Más adentro, unas varillas metálicas sobre bloques de concreto funcionan como estufa que se alimenta de leña para cocinar sus alimentos.
“Vivimos en una construcción abandonada, el dueño de la construcción nos dio el permiso de quedarnos acá siempre y cuando le aseáramos el lugar, cuando llegamos estaba en condiciones demasiado sucias, basura, excremento, había de todo, personas en situación de calle, de adicción, entonces nosotros limpiamos”.
Belén Sosa, migrante Venezolana
Un poco más cubiertos al fondo del lugar, un oscuro cuarto sirve como habitación para pasar las frías noches de esta ciudad desértica.
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En improvisadas camas es como duerme la familia de cinco integrantes.
“Aquí es donde vivimos nosotros, aquí es el lugar de nosotros, esta es la cama de mi esposa y la mía, la de los niños, aquí nos acomodamos como podamos, entre frío y caliente porque nos calentamos entre nosotros mismos, hace frío en la noche, si mucho frío, pero aquí vamos”.
Andrés Sosa, migrante Venezolano
Para Belén es un sacrificio que vale la pena, pues asegura que las condiciones son mejores de las que tenían en Venezuela.
Ellos sueñan con una mejor vida para sus hijos y tienen fe de que este padecer es temporal.
“Es mejor soportar esto que estar en Venezuela. Si, porque sabemos que esto es temporal, esto es algo que va a durar cierto tiempo y vamos a poder cruzar a los Estados Unidos y poder trabajar y poder brindarles un mejor futuro a nuestros hijos”.
Belén Sosa, migrante Venezolana
En el mismo edificio otras 20 familias de migrantes viven en las mismas condiciones y esta historia se replica en decenas de construcciones en toda la ciudad.
Ahí se albergan grupos de migrantes que buscan resistir hasta que llegue su oportunidad.