El 15 de abril de 1957, México se vistió de luto: Pedro Infante murió en un accidente aéreo. Entre la confusión y el dolor, se informaba que la avioneta que el actor piloteaba se había estrellado.
Entre las 7:30 y las 8 de la mañana del 15 de abril de hace 64 años, la avioneta de Pedro Infante caía en el patio de una casa en Mérida, Yucatán: la voz del ídolo del pueblo se apagaba.
La noticia de la muerte del originario de Mazatlán, Sinaloa, conmocionó a todo un país seguidor de la carrera y el talento de Pedro, quien lo mismo se metía en la piel de un cura, un mecánico, un carpintero o un policía.
Cientos de seguidores de Pedro Infante se dieron cita para darle el último adiós al cantante, al que el destino le favoreció previamente sacándolo victorioso de un par de aparatosos accidentes.
Ríos de gente buscaban acompañar al eterno enamorado. Seguidores, amigos, familia y celebridades rindieron homenaje junto al féretro de Pedro Infante, mismo que siempre se mantuvo cerrado, pues se dice que el actor quedó irreconocible tras el fuerte impacto.
Llanto, pena y música de mariachi fue la escena que se vivió en el Panteón Jardín de la Ciudad de México, donde reposan los restos del actor que participó en más de 60 películas, interpretó cerca de 400 temas y dejó en puerta varios proyectos.
La época del cine de oro mexicano se quedaba sin el galán cuyo talento lo llevó a recibir un premio Ariel por su trabajo en “La vida no vale nada”, de 1955, mientras los mexicanos despedían al ídolo.
El premio más importante en la carrera de Infante fue el Oso de Plata del Festival Internacional de Cine de Berlín, que se le otorgó de manera póstuma en 1957 por su papel en la penúltima película que grabó: “Tizoc: amor indio”, cinta que filmó junto a María Félix.
Al paso de los años, el recuerdo de Pedro Infante sigue presente. Aquel 15 de abril de 1957 se apagó la voz del intérprete de “Cien años”, pero nació la leyenda que ha perdurado generación tras generación.