Una de las historias que no podía faltar en la selección de leyendas mexicanas de terror que hemos realizado en UnoTv.com es La mulata de Córdoba. Conoce quién era esta misteriosa mujer y qué hizo para librar la muerte.
Lo que dice la leyenda de “La mulata de Córdoba” que asusta a los habitantes de Veracruz
Era una mujer hermosa, no se le conocía padre ni madre, y tenía un rasgo distintivo, era mulata. Su belleza fue la causa de su perdición, dicen los lugareños, pues las demás mujeres le tenían envidia, por lo que hicieron correr la versión de que se ayudaba de magia negra y encantamientos.
Algunas vecinas aseguraron que en las ventanas de su choza se veían luces inmensas y música extraña. Fue así como los miembros del Santo Oficio empezaron a vigilar a la llamada Mulata de Córdoba pero no encontraron nada. La mujer cumplía con sus deberes cristianos.
Sin embargo, el destino le jugó una mala pasada, un hombre maduro, Martín de Ocaña, se prendó con singular pasión de la muchacha, por lo que empezó a enamorarla y a llevarle regalos, con la intención de que ella accediera a su amor. La mulata de Córdoba no dio su brazo a torcer y procuraba no darle ninguna esperanza a este hombre.
Los desprecios encendieron la insana pasión del hombre, que además era alcalde y acusó a la mujer de haberle dado un brebaje para enamorarlo.
Fue así como una noche, después de la denuncia, la mulata de Córdoba fue aprehendida por la Inquisición. Se le trasladó a un calabozo donde permaneció mientras se libraba su rápido juicio.
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Ya con los antecedentes se le encontró culpable de realizar pacto con el diablo, por esta razón se sentenció a la mulata de Córdoba a ser quemada en leña verde, en presencia de la gente, para hacer un escarmiento de estas nocivas prácticas.
Dentro del calabozo, en la cárcel de San Juan de Ulúa en Veracruz, la mulata de Córdoba pidió al carcelero un carbón y se entretuvo dibujando un barco en la pared.
Sus trazos eran tan reales que, en la madrugada, cuando el carcelero vio terminada la pintura reconoció estar ante una verdadera obra de arte; al escucharlo la mujer le preguntó si había algo que le faltara al barco, el guardia respondió: “¡Que navegue!”
Apenas terminó la frase, la mujer dio un salto y subió al barco diciéndole adiós antes de desaparecer. El guardia murió de la impresión, pero a la Mulata de Córdoba nadie la volvió a ver.