La mano de la reja es una historia infaltable dentro de las leyendas mexicanas de terror, sucedió en Morelia, Michoacán y es parte de la tradición popular.
Don Juan Núñez era un hombre rico que llegó a Morelia, la antigua Valladolid, después de sufrir una tragedia: la muerte de su esposa Leonor, apenas unos días después del nacimiento de su única hija. El comerciante no quería que su hija estuviera sola, por ello, se casó muy pronto con una mujer llamada Margarita, quien se quedaba al cuidado de la niña mientras Núñez viajaba por cuestiones de negocios.
La familia vivía en una casona elegante de la calzada Fray Antonio de San Miguel, también conocida como San Diego, una amplia casa con un sótano que tenía una ventana que daba a la calle.
Al pasar el tiempo, la belleza de la joven Leonor, llamada así como su madre, fue inocultable y la madrastra, celosa y envidiosa de esos encantos decidió encerrarla, sólo le permitía ir a misa los domingos, a la cercana iglesia dedicada a la virgen de Guadalupe.
Pese al encierro al que fue sometida, la joven fue vista por un capitán de la guardia virreinal llamado Manrique de la Serna, quien se enamoró y la visitaba a escondidas, hablándole a través de la ventana del sótano.
La madrastra descubrió la relación y enojada mandó tapiar la ventana de la reja para impedir que los jóvenes pudieran seguirse viendo.
Manrique tuvo que viajar a la capital de improviso, pero a su regreso juró casarse con Leonor. En Morelia, la madrastra aumentó su trato cruel hacia su hijastra y prohibió a los sirvientes que le dieran incluso de comer o beber.
La joven desesperada abrió una rendija por las tapias y extendía la mano a través de la reja para pedir ayuda a quienes pasaban por la Calzada.
-¿Podría darme un poco de pan y agua?…me estoy muriendo, dicen que murmuraba a los que pasaban cerca de la calle. Por esta razón la gente empezó a conocerla como La mano de la reja.
Cuando Manrique regresó a Morelia, se enteró de cómo fue lastimada su amada Leonor, la encontró sin vida en el sotano, pese a ello, se casó con ella, en la misma iglesia donde la conoció.
Después, velaron a Leonor a los pies de la tercera ventana del sótano y al día siguiente, Manrique llevó el cuerpo de su amada al último árbol de la Calzada y ahí la enterró. Mientras la madrastra fue apresada para hacerla pagar por su crimen.
La gente de la zona asegura que en la noche, aquellos que se atreven a pasar por el sótano de esa casona, pueden ver una extremidad cadavérica, es la mano de la reja, incluso aseguran que se escucha una débil voz que suplica por ayuda: “¿Podría darme un poco de pan y agua?”