Fantasmas mexicanos, estos son tres espantos que se aparecían en Tenochtitlán
Las leyendas de seres sobrenaturales y espantos no son exclusivos de la era moderna. Desde tiempos prehispánicos las historias sobre fantasmas han estado presentes en México, tal como Fray Bernardino de Sahagún describió en su libro “Historia general de las cosas de la nueva España”, cuando hablaba de los “espantos” de la gran Tenochtitlán.
Estos son tres “fantasmas” prehispánicos de México
Este Día de Muertos conoce tres leyendas sobre fantasmas que se aparecían en la gran Tenochtitlán, según las crónicas recopiladas por Fray Bernardino de Sahagún.
Yooaltepuztli o “Hacha nocturna”
El Yooaltepuztli o “Hacha nocturna” era un ser con forma humana, sin cabeza y con el pecho abierto de par en par que al cerrarse hacía un ruido como si se cortara un pedazo de leño; de ahí su nombre.
“Tenía cortado el pescuezo como un tronco, y el pecho lo tenía abierto, cada parte era como unas puertecillas que se abrían y se cerraban, juntándose en el medio, y al cerrar decían que hacían aquellos golpes que se oían leños”.
Fragmento de “Historia general de las cosas de la nueva España” de Fray Bernardino de Sahagún
Según el texto, “Hacha nocturna” se aparecía durante el primer sueño de la noche, justo cuando todos dormían profundamente y no había ningún ruido afuera.
Quienes lo escuchaban decían que se oían como “golpes como de quien corta leña de noche”, pero al seguir el sonido y ver qué cosa era, las personas veían el “bulto de persona”, que se echaba a correr.
Si quien lo escuchaba y veía era “un hombre animoso, esforzado y ejercitado” corría tras este macabro ser hasta que el fantasma se dejaba alcanzar.
En ese momento, el valiente que había llegado hasta ahí, tenía dos opciones: o escapaba y sufría la iracunda persecución de Yooaltepuztli o le arrancaba el corazón que se encontraba en medio de su pecho abierto.
Si lograba arrancarle el corazón a “Hacha nocturna”, el afortunado podía pedirle a este tenebroso ser cualquier favor que deseara, ya fuera riquezas o salir vencedor de una batalla.
Sin embargo, antes de cumplir el deseo, Yooaltepuztli debía considerar si la persona era digna de merecer el favor o no.
“A algunos les daba eso que pedían, y a otros no les daba lo que pedían, sino el contrario que era pobreza y miseria y malaventura”, describe Sahagún.
Si “Hacha nocturna” estaba dispuesto a conceder el deseo de quien le había arrancado el corazón, le decía:
- "Gentil hombre, valiente hombre, amigo mío, fulano, déjame. ¿Qué me quieres? Que yo te daré lo que quisieres".
Y la persona a quien el fantasma se le había aparecido, debía responder:
- "No te dejaré que ya te he cazado".
Entonces el espectro le entregaba una espina de maguey y le decía:
- "Toma esta espina y déjame".
Pero el valiente que tenía al fantasma asido por el corazón tenía que mantenerse fuerte en su deseo hasta que Yooaltepuztli le diera tres o cuatro espinas.
“Estas espinas eran señal que sería próspero en la guerra, y tomaría tantos captivos cuantas espinas recibió, y que sería próspero y reverenciado en este mundo con riquezas y honras y insignias de valiente hombre”, cuenta el texto.
Sin embargo, si quien había arrancado el corazón a “Hacha nocturna” huía con el órgano, “lo escondía con gran diligencia, envolviéndole y atándole fuertemente con algunos paños, y a la mañana siguiente lo abría y encontraba una pluma, algodón o algunas espinas de maguey; era una entonces era señal que le había de venir buenaventura y prosperidad”.
Pero, si “encontraba en el paño carbones o algún andrajo o pedazo de manta roto y sucio, entonces le había de venir malaventura y miseria”.
Fray Bernardino también cuenta que si quien oía los golpes nocturnos era algún hombre de poco ánimo y cobarde, y no perseguía al fantasma, sino temblaba de temor y miedo, entonces “alguna desgracia le había de venir, ya fuera una enfermedad, muerte o alguna desventura de pobreza y trabajos por razón de aquel mal agüero”.
Tlacanexquimilli
Tlacanexquimilli era un fantasma que no tenía pies ni cabeza, y que andaba rodando por el suelo dando gemidos como de enfermo.
Las personas que escuchaban este espanto sabían que se trataba de un “mal agüero” y que podían “morir en la guerra o de enfermedad, o que algún infortunio les había de venir en breve”.
Sin embargo, el destino de quien escuchaba a este fantasma dependía de su valentía, ya que, si la persona era miedosa y salía huyendo, entonces moriría en breve o le acontecía algún desastre.
Pero, si la persona era valiente y lograba atrapar a Tlacanexquimilli, entonces podía pedirle al fantasma lo que quisiera.
“La fantasma le decía: ‘déjame, que me fatigas. Dime lo que quieres, y dártelo’. Luego respondía el soldado y decía: ‘¿qué me has de dar?’. El fantasma respondía: ‘toma aquí una espina’; y respondía el soldado: ‘no la quiero. ¿Para qué sirve una espina sola?, no vale nada’. Y aunque le daba dos o tres o cuatro espinas no la quería soltar hasta que le diese tantas cuantas él quería”.
Fragmento de “Historia general de las cosas de la nueva España” de Fray Bernardino de Sahagún
Cuando el captor de este fantasma obtenía todas las espinas que él quería, Tlacanexquimilli le decía:
-"Doite toda la riqueza que deseas para que seas próspero en el mundo".
“Entonces el soldado dejaba al fantasma porque ya había alcanzado lo que buscaba y deseaba”, según se narra en el capítulo 12 de “Historia general de las cosas de la nueva España”.
Cuitlapanton o Centlapachton
Otro fantasma prehispánico que se aparecía en la gran Tenochtitlán era Cuitlapanton o Centlapachton. Según las crónicas que recopiló Fray Bernardino de Sahagún de entre los mexicas, este espectro se aparecía durante las noches, en los lugares donde las personas acudían a hacer sus necesidades.
La describían como una mujer enana con cabellos largos hasta la cintura que caminaba como pato y se burlaba de las personas.
Según cuenta el texto, Cuitlapanton tenía la capacidad de aparecer y desaparecer de un momento a otro y en distintos lugares para escabullirse de las personas que la veían.
Pero eso no era todo, según puede leerse en la obra de Sahagún, otra forma en que podía aparecerse Centlapachton era como una calavera que aparecía de repente mientras las personas hacían sus necesidades y entonces les saltaba a la pantorrilla o a la espalda, haciendo que salieran corriendo del lugar.
“El que oía este ruido se echaba luego a huir de miedo; y si por ventura se paraba, también se paraba la calavera, y si éste se esforzaba a querer tomar la calavera ésta lo burlaba dando un salto a otra parte”.
Fragmento de “Historia general de las cosas de la nueva España” de Fray Bernardino de Sahagún
El texto también relata que este fantasma podía aparecerse con la forma de “un difunto que estaba amortajado, y se estaba quejando y gimiendo”.
Fantasmas en la historia
Los fantasmas, espectros o espantos forman parte de la cosmovisión de todas las culturas, sin importar el tiempo y el lugar. Cada leyenda sobre este tipo de apariciones y seres expresa rasgos particulares del momento histórico en el que se desarrollan, tal como puede leerse en la obra de Fray Bernardino de Sahagún, quien escribió las anécdotas y crónicas que los propios mexicas contaban tras la llegada de los españoles.