Calaverandia 2024: así es el parque temático de Día de Muertos en Guadalajara
Calaverandia, parque temático del Día de Muertos, cumplió cinco años en 2024 en el Parque Ávila Camacho de Guadalajara, Jalisco. En esta edición, se compone de shows con luces, representaciones teatrales y ofrendas coloridas para el goce de las casi cuatro mil personas que llegan cada día.
¿Cuándo y cómo visitar Calaverandia?
Lugar y fechas de Calaverandia 2024
- ¿Cuándo? Hasta el lunes 18 de noviembre de 2024
- Se inauguró el pasado viernes 25 de octubre
- No abre los lunes y martes, solo en el día de clausura
- ¿En dónde? Parque Ávila Camacho de Guadalajara, Jalisco
- ¿Dónde comprar boletos? A través de Ticketmaster
- Precios:
- General adultos: $831.00 (pesos mexicanos)
- General niños: $428.00
- Comfort Pass adultos: $1,767.75
- Comfort Pass niños: $910.75
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Mictlán es un lugar en la Tierra en Calaverandia 2024
El Día de Muertos tiene un aroma y es viable no saber cómo se llama ese olor particular. No es incienso, se llama copal. Al entrar a Calaverandia, una copalera gigante expulsa todo el humo que se puede, augurando la entrada a una ofrenda tan grande que parece la muerte misma.
Pero no una muerte para lamentar, sino ese lado colorido de la pérdida propia de la mexicanidad. “Nuestro culto a la muerte es culto a la vida“, recuerda Tania Cortés, directora de Calaverandia, en memoria de Octavio Paz, quien escribió dicha frase en el ensayo El Laberinto de la Soledad.
Todo aquel que entra al parque temático está tan vivo como muerto al mismo tiempo. A las 19:00 horas, cuando abre el parque al público, una música tenue se escucha en el ambiente. No proviene de las bocinas, viene del viento.
Las flores de cempasúchil adornan todo el lugar: desde las tiendas de recuerdos hasta los carritos de comida, pasando también por las estatuas de catrina que mueven la boca, ignorando que en realidad están hechas de papel maché.
La oscuridad baila con la luz de las velas, la Luna está escondida detrás del papel picado, viendo juguetonamente a los niños pintados y a los extranjeros de ojos azules aprendiendo a ser mexicanos. Sí, el mexicano nace donde le da la gana, pero vuelve a casa.
Un espectáculo de luces llamado “Alma”
Cuando la música de viento se detiene, los vivos-muertos que pagan un boleto para Calaverandia trotan a un mismo paso, se dirigen a un lago en donde una calavera gigante da la bienvenida.
¿Qué hay en un lago, además de las almas que flotan y flotan? En el lago está el alma del parque, de manera literal y figurativa, pues a las 20:00 horas comienza un show de luces denominado “Alma“.
- “Alma” es un espectáculo multimedia 4D con una proyección monumental sobre una pantalla de agua con efectos especiales, jets de 15 metros de altura e iluminación robótica.
Antes de que llegue la tercera llamada, aquel retrato que estaba al pie del agua comienza a moverse. No era una foto, era un hombre que estuvo ahí por varios minutos tan quieto como una estatua. Cuando sale, se le cae la cabeza.
“¡Familia!”, grita a los asistentes. “¡Prima!, ¡primo!, ¡abuelita!“, les dice entre abrazos. Ese no es un muerto-vivo, es un muerto completo que regresa a la vida para hacer reír a la gente. Cuando las risas terminan, vuelve a su retrato, prometiendo volver al año siguiente.
Inmediatamente, la voz rasposa y llena sabiduría de un abuelo le explica a su nieta por qué su abuelita ya no está en el mundo. Con un juego de luces y bailarines profesionales, se explica a los pequeños muertos-vivos qué es el Día de Muertos.
No es el cempasúchil, es el recuerdo; no es la mariposa monarca, es la idea del regreso; no es la calaverita, es el regreso a un México que parece ya no existir. No es Calaverandia, es la memoria de que el amor a la muerte es amor a la vida.
“Alma” termina con fuegos artificiales y llamaradas que llenan el rostro de la última fila con un calor inusual para la muerte. El frío desaparece, porque nuestros muertos no están helados, mantienen su calidez incluso cuando se van.
Una ofrenda gigante para mexicanos y extranjeros
El espectáculo termina, pero la vida y la muerte siguen bailando. En el lago ya no hay luces, pero sí hay trajineras navegando con música en su interior. Quién sabe hacia dónde van esos vivos-muertos, pero se ve que están felices.
Los que siguen en la Tierra caminan y corren. Caminan los que sienten a la muerte en su espalda, susurrándo sus secretos o cantando sus canciones. Corren los que desean ver una obra de teatro al otro lado de Calaverandia.
Lentos van quienes ven las tumbas que, en esta noche no guardan muertos reales, solo el recuerdo de quienes somos. Lentos caminan quienes se acercan para que sus niños visiten un panteón por primera vez, sin la cruda presencia de la tristeza, al menos así lo piensa Tania Cortés.
Cientos de mariposas y cuervos se ciernen sobre las lápidas que recuerdan a los bomberos y los luchadores. Las velas se prenden y se apagan cuando sienten las almas, las campanas suenan cuando alguien viene desde el otro lado.
Los lentos están solemnes, pero los rápidos no solo corren a la obra, corren para ver una mega ofrenda en la que el mariachi loco cumple su deseo de bailar, aunque no esté tan loco como al que se le ocurrió la idea de Calaverandia.
Un cantante deja su instrumento para hacer una pregunta esencial: “¿Quién viene de otro país?“. Las manos se alzan como cuando de la tierra se levantan los muertes vivientes. Italia, Suiza, Perú, Colombia, etcétera.
La música sigue, la fiesta no para. Las puertas cierran a las 12:00 horas, pero la directora del festejo reconoce que la gente suele quedarse más horas en el Parque Ávila Camacho. ¿Quién los corre? La muerte no tiene horario, no tiene hora.
Nadie tiene la autoridad de decirle a los muertos-vivos cómo vivir y, mucho menos, cómo morir. Por esa razón, Calaverandia 2025 comienza a planearse, aún cuando la presente edición no ha terminado.
“El hecho de que hemos estado aquí cinco años parece poco, pero para nosotros es mucho porque no creímos estar después de pandemia. El esfuerzo es tremendo, si la gente nos da su voto de confianza y sigue viniendo, creando recuerdos con nosotros, creo que les hemos robado el corazón”.
Tania Cortés, directora de Calaverandia
Por ahora, los alebrijes cambian de color. Mientras tanto, el aroma del copal se mezcla con el de las flores y el de la carne que espera a los más vivos que muertos. Los niños corren sobre piedras que se iluminan.
Los adultos cuidan a sus hijos y sonríen. La muerte es una fiesta, con todo y su dolor, con todo y su tristeza. La muerte está en Calaverandia, el lugar donde la vida se respira a cada paso que se da.