Cristóbal Colón es un personaje polémico que genera gran discusión en diferentes áreas, y hoy 12 de octubre Día de la Raza, del descubrimiento de América o de la Hispanidad, una historia poca conocida sobre el “descubridor de América” implica un eclipse lunar; aquí te contamos los detalles.
Durante su cuarto viaje trasatlántico se encontró varado en Jamaica después de una serie de eventos catastróficos como que los azotó una plaga de teredos –también llamados gusanos de madera o bromas– que comenzaron a hacer orificios en la madera obligando a su tripulación a abandonar dos barcos.
Durante su estancia en aquel país, como ocurrió con otros pueblos indígenas que los españoles encontraron a su paso, inicialmente fueron bien recibidos, pero conforme su estancia se extendió, la tensión se agravó, en particular cuando la flotilla de Colón se quedó sin alimento y los indígenas dejaron de aceptar sus trueques. Durante este periodo, Colón envió una pequeña tripulación hacia La Española, la primer isla a la que Colón arribó en 1492 y de donde provendría su rescate.
Para salir de este problema, Colón diseñó un plan para atemorizar a los indígenas con un eclipse que ocurriría el 29 de febrero de 1504, justo el día extra de ese año bisiesto.
Estudio sobre la astrología
Con la ayuda del almanaque de Johannes Müller von Köngisberg –mejor conocido como Johannes Müller Regiomontano, el libro contenía tablas astronómicas de los años 1475 hasta 1506, Colón supo que el 29 de febrero de 1504 ocurriría un eclipse lunar y este fenómeno natural podría ser un gran distractor para ganar ventaja con la población local.
Con esta información, Colón se reunió con el jefe de la tribu y anunció que el Dios cristiano estaba enfurecido con su pueblo por su renuencia a proveerlos de alimento y otras provisiones, y que la Luna de aquella noche se tornaría roja como símbolo de su furia.
Y en aquella noche ocurrió el eclipse lunar provocando que los indígenas creyeran en sus palabras y les dieran las provisiones necesarias.
Varios relatos cuentan que para dramatizar aún más la pantomima que acababa de crear, Colón se retiró a su camarote, en un supuesto acto de pedirle a Dios que se tranquilizara y perdonara al pueblo indígena, pero solo se dedicó a contar los minutos con la ayuda de un reloj de arena, calculando la duración del eclipse y por lo tanto su pronta salida previo al final de este, anunciando que su dios los había perdonado y la Luna volvería a la normalidad.
Este episodio de la historia se puede leer en el libro “El Memorial de los Libros Naufragados”, del historiador inglés Edward Wilson-Lee.