A raíz de la pandemia por el COVID-19, la interacción entre las personas generó un cambio radical, y la tecnología tomó un papel importante en esta nueva normalidad.
El miedo de tener contacto con otras personas hizo que el uso de la tecnología se incrementara y fuera el pan de cada día, como videoconferencias, aplicaciones educativas o apps para realizar varios servicios.
Derivado del aumento en el uso de la tecnología, surgió un fenómeno llamado tecnofobia, el cual, de acuerdo con Miguel Alberto Zapata, investigador de ciencia y tecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), denomina como “un sentimiento de aversión por la tecnología”.
Además, “la tecnofobia no es propia de una generación u otra, sino que afecta por igual a todos los sectores de la sociedad”. El especialista añadió que “muchas veces cuando nos presentan una nueva tecnología, no hacemos siquiera el intento por entenderla; pasamos por un periodo de resistencia a las nuevas tecnologías, en donde preferimos aquellas que ya conocemos”.
La tecnología es necesaria, sin embargo, genera una sensación de aislamiento. De acuerdo con el profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, “el problema con la tecnología, que se deriva del confinamiento, es que causa un sentimiento de ruptura en nuestros espacios, pues fusiona el lugar de trabajo, de ocio, de aprendizaje y de descanso en uno sólo y nos deja a merced de un espacio que es imposible ordenar adecuadamente”.
Muchos de los recursos digitales estaban antes de la pandemia, pero como explica el investigador, “no existía una obligación para utilizarlos o adaptarlos dentro de un mismo espacio”.
Confinamiento agudizó la tecnofobia
El confinamiento agudizó aún más estos sentimientos de aversión hacia la tecnología, pues limita las formas en que las personas se relacionan entre sí a situaciones poco habituales y que sustituyen la interacción directa.
“En una conferencia por internet, los sujetos se desconectan e impiden el seguimiento de la interacción; se elimina la retroalimentación, a diferencia de los eventos presenciales, donde se da el efecto cara a cara”.
Remató el académico
Un estudio realizado en la Universidad de Córdoba, Argentina, expuso que la incomodidad en el uso de tecnologías digitales aumenta los niveles de estrés y ansiedad entre 20 y 40% de la población.
Esta situación les impide realizar adecuadamente sus actividades cotidianas, además de incrementar la posibilidad de desarrollar frustración, irritación, desorientación e incluso trastornos de angustia y agorafobia, que es el miedo a los espacios exteriores.
Los malestares provocados por la tecnofobia prevalecen en la vida de cerca del 10% de la población mundial, causando ansiedad y fobia social, lo que hace necesario el acudir a tratamiento clínico especializado para tratar los síntomas.
Como advierte el investigador, “la nueva vida digital es abrumadora porque no nos hemos adaptado a ella aún. Esto, combinado a nuestro temor con respecto a los riesgos de la seguridad digital y posibles peligros de internet, agudizan los estragos de la tecnofobia en nuestros espacios”.