Los bostezos están íntimamente asociados al sueño y el aburrimiento, sin embargo, esta reacción corporal podría estar más relacionada con la regulación de la temperatura en el cerebro, según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Princeton.
El estudio dirigido por Andrew Gallup, investigador asociado postdoctoral en el Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Princeton demostró que bostezar podría servir como un método para regular la temperatura cerebral, ya que la frecuencia de esta reacción física varía según la estación del año y que es menos probable que las personas bostecen cuando el calor exterior supera la temperatura corporal.
Se cree que el efecto refrescante del bostezo se debe al aumento del flujo sanguíneo al cerebro causado por el estiramiento de la mandíbula, así como al intercambio de calor a contracorriente con el aire ambiental que acompaña a la inhalación profunda.
Este es un avance importante en la comprensión del bostezo, ya que, a pesar de las numerosas teorías postuladas en las últimas décadas, se ha realizado muy poca investigación experimental para descubrir su función biológica, y todavía no hay consenso.
Además, las aplicaciones de esta investigación son intrigantes, no solo en términos de conocimientos fisiológicos básicos, sino también para comprender mejor enfermedades y afecciones, como la esclerosis múltiple o la epilepsia, que se acompañan de bostezos frecuentes y disfunción termorreguladora. Siendo así, que el bostezo excesivo sea una herramienta de diagnóstico para identificar casos de termorregulación disminuida.
¿Cómo fue posible saber esto?
Para saber esto, Gallup y Eldakar documentaron la frecuencia de bostezos de 160 personas en invierno y verano en Tucson, Arizona, con 80 en cada estación las cuales observaron imágenes de gente bostezando debido a que es una acción contagiosa.
Los investigadores descubrieron que los participantes tenían más probabilidades de bostezar en invierno que en verano, cuando la temperatura ambiente era igual o superior a la temperatura corporal.
Tras esto, los investigadores concluyeron que las temperaturas más cálidas no brindan alivio para los cerebros sobrecalentados que, según la teoría termorreguladora del bostezo, se mantienen frescos mediante un intercambio de calor con el aire aspirado durante un bostezo.
Esto brinda apoyo adicional a la opinión de que los mecanismos que controlan la expresión del bostezo están involucrados en la fisiología termorreguladora.