Científicos chinos lograron criar una descendencia viva de un ratón derivada de un solo ovocito no fertilizado, y el roedor se convirtió en un adulto fértil.
La naturaleza cuenta con formas de reproducción muy variadas: desde la producción sexual entre machos y hembras hasta la asexual, en la que un único individuo es capaz de generar descendencia, como las esporas, de acuerdo con lo que publican medios de aquel país.
En esta última existe un tipo, la partogénesis, en la que una hembra es capaz de generar descendencia usando solo sus óvulos, sin sexo y sin que sean fertilizados. Algunos peces, reptiles, anfibios, abejas, escorpiones o ácaros tienen descendencia de esta forma.
La ciencia lleva tiempo intentando recrearlo de forma artificial en mamíferos, pero hasta hace muy poco se creía imposible. Ahora, un grupo de científicos chinos acaba de lograrlo en ratones gracias a la manipulación genética, según ABC.
Los resultados fueron publicados en la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences’ (PNAS).
El principal problema de este tipo de reproducción en mamíferos es el fenómeno conocido como impronta genética, por el que ciertos genes son expresados de un modo específico según el sexo del progenitor que los aporta.
Sin embargo, para conseguir que un óvulo no fertilizado se convierta en embrión, necesita tener dos conjuntos de ADN, en este caso, de su madre. Y como el patrón de impronta es el mismo en ambos conjuntos, algunos genes chocan o no se activan por completo.
Investigación en ratones
En 2004, investigadores japoneses consiguieron crear un ratón por partogénesis a partir de dos hembras: uno de los óvulos actuó como si fuera el material aportado por el “padre” de la cría, a la que llamaron Kaguya. Sin embargo, esta nueva técnica ha permitido una concepción casi “virgen”.
Yanchang Wei y sus colegas de la Universidad Jiao Tong de Shanghai (China) crearon óvulos de ratón no fertilizados con el doble de la cantidad normal de cromosomas, agregando ADN que se expulsa en las primeras etapas del desarrollo del óvulo.
Después, utilizaron la herramienta de edición de genes CRISPR para apuntar a siete regiones de genes impresas previamente identificadas como importantes en el desarrollo del embrión y cambiar la impronta epigenética.
Esto hizo que la segunda copia del código genético de la madre apareciera como si fuera el de un macho, “engañando” al óvulo para que se convirtiera en un embrión.
Wei y su equipo editaron 227 óvulos no fertilizados, de los cuales resultaron finalmente 192 embriones. Solo 14 de estos embriones llegaron a término, pero solo tres sobrevivieron.
Finalmente, solo un ratón alcanzó la madurez y se pudo reproducir normalmente. “Los cachorros vivos tenían bajo peso en comparación con los cachorros de ratón normales y mostraban ciertas anomalías genéticas. Esto sugiere que todavía hay regiones de impronta involucradas en el desarrollo del embrión que no entendemos completamente”, afirmó para “NewScientist” Tony Perry, de la Universidad de Bath (Reino Unido), y que no participó en el estudio.