La conciencia humana no se encontraría en nuestro cerebro, sino más bien en el campo electromagnético de ese órgano, de acuerdo con un estudio.
Los investigadoes dirigidos por el profesor Johnjoe McFadden señalan que la conciencia consiste en la energía electromagnética que surge como resultado de las señales eléctricas que comparten las neuronas.
La investigación fue publicada el mes pasado en la revista Neuroscience of Consciousness.
Donde se informa que esta energía, que puede ser detectada mediante un electroencefalograma y magnetoencefalografía, podría ser el verdadero núcleo de la conciencia, donde se ubican los pensamientos y los procesos mentales.
McFadden, en su hipótesis, descrita como la teoría del campo de información electromagnética consciente (cemi), propone que la conciencia es información causalmente activa, físicamente integrada y codificada en el campo electromagnético del cerebro.
En contra parte del procesamiento neuronal y computacional, que sucede principalmente en el tiempo, la teoria cemi señala que la conciencia está arraigada en una estructura íntegramente física, mensurable y susceptible a modificaciones artificiales y pruebas experimentales.
Lo que plantea un dualismo cientrífico basado en un distinción entre materia y energía, más que materia y espíritu.
Importancia del cerebro
El cerebro se puede definir como un órgano complejo, ubicado dentro del cráneo, que gestiona la actividad del sistema nervioso. Forma parte del Sistema Nervioso Central (SNC) y constituye la parte más voluminosa y conocida del encéfalo.
Está situado en la parte anterior y superior de la cavidad craneal y está presente en todos los vertebrados. Dentro del cráneo, el cerebro flota en un líquido transparente, llamado líquido cefalorraquídeo, que cumple funciones de protección, tanto físicas como inmunológicas.
Como parte fundamental del encéfalo y del SNC, las funciones del cerebro podrían resumirse en controlar y regular la mayoría de funciones del cuerpo y de la mente. El cerebro se encarga de funciones vitales, como respirar o regular el pulso cardíaco, pasando por el sueño, el hambre o la sed, hasta funciones superiores como el razonamiento, la memoria y la atención.