La tormenta geomagnética severa que experimentó la Tierra desde el pasado 10 de mayo y que tuvo una duración de más de 39 horas, según reportes del Servicio de Clima Espacial México (SCIESMEX) del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), afectó el territorio nacional y produjo auroras boreales observables en algunas regiones del país y en varias partes del mundo.
Sobre esto, el doctor Alejandro Macias, conocido como “el zar de la influenza en México”, escribió en su cuenta de X, antes Twitter, que, si bien las auroras boreales producidas por la tormenta solar “son hermosas”, también son “preocupantes”, ya que, “en los días u horas siguientes puede ocurrir el fenómeno Carrington” y colapsar “algunas comunicaciones y red eléctrica en la faz de la Tierra frente al Sol”.
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Pero, ¿qué es el fenómeno Carrington?
El fenómeno Carrington, también conocido como el evento Carrington, es el nombre que recibe la gran tormenta geomagnética que tuvo lugar del 28 de agosto al 3 de septiembre de 1859 y todos los efectos que ésta provocó en la Tierra.
Y es que, de acuerdo con el Centro Nacional de Información Biotecnológica (NCBI por sus siglas en inglés), la tormenta geomagnética de 1859 es, posiblemente, el mayor y más famoso fenómeno meteorológico espacial de los últimos 200 años.
Parte de la importancia del evento Carrington radica en que fue la primera vez que las observaciones mostraron que el Sol y la aurora estaban conectados y que las auroras generaban fuertes corrientes ionosféricas. Este hallazgo fue realizado por astrónomo británico Richard Carrington, de donde obtiene su nombre este fenómeno.
¿Qué ocurrió y cómo fue la gran tormenta geomagnética de 1859?
El 1 de septiembre de 1859, Richard Carrington y Richard Hodgson, quienes observaban de forma independiente un gran grupo de manchas solares, localizaron una llamarada de luz blanca, así como dos enormes llamaradas también de luz blanca que despidieron una energía equivalente a más diez mil millones de bombas atómicas, indica la revista especializada National Geographic.
Aproximadamente 17 horas después de la observación solar, la Tierra experimentó una exhibición auroral masiva debido a una eyección de masa coronal (CME). De hecho, en los cielos de todo el planeta empezaron a verse auroras en zonas de latitud media, como Madrid o Roma, aunque también en Santiago de Chile, La Habana, Hawái, Ciudad de Panamá, el norte de Colombia o incluso en Australia, indica la publicación.
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Según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés) en Estados Unidos, la presencia masiva de auroras boreales iluminaba en cielo como si fuera de día. Tal era la cantidad de luz presente en la Tierra que “la gente lee los periódicos a la luz. Los mineros de oro en las Montañas Rocosas se despiertan y preparan café, tocino y huevos a la 1:00 a. m., pensando que el sol ha salido en una mañana nublada”, agrega la Oficina.
Tras esto, los instrumentos que medían los cambios en el magnetismo de la Tierra comenzaron a actuar como locos, con sus agujas fuera de escala. Picos de electricidad llegaron a los sistemas telegráficos del mundo y nadie pudo enviar un mensaje.
De hecho, los excesos de corriente en las líneas telegráficas, impactó a los técnicos y, en algunos casos, incendió sus equipos telegráficos, según el Servicio Meteorológico Nacional los Estados Unidos.
En su apogeo, la aurora fue descrita como un color rojo sangre o carmesí intenso que era tan brillante que uno “podía leer un periódico” durante la noche.
Fenómeno Carrington, de las auroras al colapso
En aquel entonces, el telégrafo era prácticamente la única tecnología de comunicación que tenían y su colapso causó un fuerte impacto en las comunicaciones y la economía de la época. Hoy en día, una tormenta de este tipo podría dañar gravemente los satélites, desactivar las comunicaciones por teléfono, radio y televisión y provocar apagones eléctricos en continentes enteros. Podrían pasar semanas o más para reparar el daño.
Según la NOAA, las erupciones solares a veces producen partículas energéticas (protones y electrones) que fluyen hacia la Tierra y son capturadas por el campo magnético terrestre. Estas partículas pueden dañar los satélites utilizados para comunicaciones comerciales, posicionamiento global, recopilación de inteligencia y pronóstico del tiempo, y provocar apagones de radio de alta frecuencia en las regiones polares. Además, las erupciones solares también provocan apagones de radio en el lado de la Tierra que mira al Sol, tal como lo indicó el doctor Macias en su publicación sobre el fenómeno Carrington.
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Afortunadamente, las tormentas solares como la de 1859 ocurren sólo cada 500 años aproximadamente. Pero con frecuencia ocurren tormentas más pequeñas, y tormentas con la mitad de intensidad que la tormenta de 1859 ocurren aproximadamente cada 50 años.
Dado que las erupciones de plasma y estructuras de campo magnético de la atmósfera del Sol, así como los estallidos repentinos de radiación, llamados erupciones solares, pueden causar efectos del clima espacial en la Tierra o cerca de ella es que existen especialistas dedicados al clima espacial, cuya función es proteger a las personas y los sistemas que podrían estar en riesgo por los efectos de éste.
Afortunadamente, la magnetosfera, la ionosfera y la atmósfera de la Tierra hacen un gran trabajo protegiéndonos de los efectos más peligrosos.