Durante un largo tiempo un debate se ha librado entre los amantes, o por lo menos entre los que han tenido un encuentro con una relación amorosa: ¿existe realmente el amor eterno? Investigadores de Harvard han puesto manos a la obra y dan una perspectiva que puede poner punto final a la discusión.
¿Qué es el amor?
Para comenzar, nada mejor que el principio, el amor es un estado mental y físico, al que la mayoría de las personas entran al menos una vez en sus vidas.
Quienes lo han experimento podrán decir que la sensación mental de estar enamorado es tan real que se vuelve tangible. Aunque la medicina no clasifica este estado mental como una enfermedad, sí que acepta que puede causar síntomas físicos como:
- Corazón acelerado
- Respiración entrecortada
- Sudor
- Sensación de estómago revuelto.
De acuerdo con el profesor en psiquiatría Richard Schwartz de la Harvard Medical School (HMS) en Estados Unidos, en su artículo publicado en esta misma universidad, ‘‘Love and the brain’’ nos proporciona información de cómo el cerebro y el cuerpo trabajan cuando una persona está enamorada.
Cuando alguien se encuentra en este estado mental de enamoramiento, suceden ciertos cambios neurológicos en las cantidades segregadas en algunos de los neurotransmisores. Estas hormonas, dependiendo de cuál, son las encargadas de nuestro estado mental, felicidad, enojo, tristeza, obsesión, son algunos ejemplos de ellos.
¿Existe o no el amor eterno?
El estudio antes mencionado, ahonda en este aspecto para llevar a cabo el informe, se practicaron resonancias magnéticas a grupos de parejas voluntarias. Las mismas llevaban más de 20 años de relación y los resultados arrojaron que algunas contaban con niveles elevados de dopamina en el cerebro.
Schwartz recopiló una serie de postulados muy interesantes. “Las áreas del cerebro relacionadas con el placer y la recompensa todavía se activan a medida que avanzan las relaciones amorosas, pero el anhelo y el deseo constantes que son inherentes al amor romántico, a menudo, disminuyen“.
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Para Jacqueline Olds, la otra encargada del estudio, “el amor, como tal, es el sentimiento supremo que sentimos por otras personas. Amar no se trata solo de afinidad o de química entre dos personas. El amor es también sentir respeto, conexión, libertad al estar junto con otra persona“.
Sorprendentemente, el estudio de 2015 demostró que las parejas casadas por largos periodos exhibían la misma intensidad de actividad en áreas clave del cerebro que las parejas recién enamoradas. Esto sugiere que, a pesar de la evolución del amor de apasionado a compasivo a lo largo del tiempo, la esencia del romance no necesariamente se desvanece.
Reavivar la llama: clave para el amor eterno
Para aquellos cuyo matrimonio a largo plazo ha pasado de un amor apasionado y romántico a un tipo de amor más compasivo y rutinario, Olds indicó que es posible reavivar la llama que caracterizó los primeros días de la relación. “Lo llamamos el fenómeno de la oxidación”, dijo. “Las parejas abandonan el hábito del sexo, de estar increíblemente enamorados y, a menudo, por buenas razones: trabajo, hijos, un padre enfermo. Pero ese tipo de amor se puede reavivar”.
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La actividad sexual, por ejemplo, puede aumentar los niveles de oxitocina y activar el circuito de recompensa del cerebro, haciendo que las parejas se deseen más.
Eso por sí solo, dijo, puede ser suficiente para que algunas parejas regresen a aquellos días emocionantes del pasado, cuando lo único en lo que podían pensar era en su nuevo amor.
Como ya debes intuir, el amor eterno o por lo menso duradero sí existe. Pero es más que una idealización romántica, desde un punto de vista científico-social, es una evolución que va del amor romántico y apasionado a uno más rutinario y comprensivo.