Científicos de la Universidad de California de Irvine en Estados Unidos estudiaron un escarabajo super fuerte, capaz de resistir la compresión y los golpes contundentes, el cual podría ayudar a los expertos a crear nuevos materiales resistentes.
El diabólico escarabajo acorazado (Phloeodes diabolicus), un insecto resistente nativo del oeste de América del Norte que posee una fuerza de durabilidad única entre los escarabajos, es conocido entre los coleccionistas por ser difícil de sujetar con clavos a una tabla: los alfileres tienden a doblarse cuando se empujan hacia su exoesqueleto.
Para comprender qué hace que el escarabajo sea tan resistente, el científico de materiales David Kisailus y sus colaboradores llevaron a cabo escaneos de microtomografía computarizada en escarabajos utilizando un sincrotrón, es decir, un acelerador de partículas que produce haces brillantes de energía de rayos X.
Desarrollaron un dispositivo que podía hacer girar el cuerpo del insecto dentro del escáner mientras lo sometía a varios niveles de compresión. Esto con la intención de poder recrear la misma fuerza en materiales de construcción
Los escáneres 3D han revelado que las estructuras en capas en sus carcasas de alas entrelazadas hacen que el escarabajo sea dos veces más resistente que algunos de sus parientes y que a un tipo de junta comúnmente utilizada por los ingenieros.
Además, usando placas de acero, los científicos descubrieron que el diabólico escarabajo acorazado puede recibir una fuerza aplicada de 150 newtons, es decir, unas 39 mil veces su peso corporal, antes de que su exoesqueleto comience a fracturarse.
Una forma de comparar la fuerza que soporta el escarabajo es con una llanta de coche, la cual aplicaría una fuerza equivalente a 100 newtons en caso de pasar por encima del insecto.
Ahora, los diseños inspirados en las carcasas de las alas del escarabajo podrían resultar especialmente útiles para unir materiales que tienen diferentes propiedades, dice Kisailus, como los materiales a base de metal y carbono utilizados en piezas compuestas para la ingeniería aeroespacial. Los resultados de este hallazgo fueron publicados en la revista Nature.