Una especie de sapo, de prominente nariz, ha sorprendido al mundo entero con su canto, y es que desde hace un siglo se le consideraba mudo.
El impresionante descubrimiento fue hecho por el biólogo ecuatoriano Jorge Brito, del Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio).
“Al principio pensé que era algún grillo que estaba por ahí vocalizando, pero me percaté y me puse atento”.
Jorge Brito, biólogo
Te recomendamos: Día Mundial del Agua 2022: llaman a la concientización usando sólo 20 litros al día
Lo que vio el especialista después fue un sapo que, si bien no inflaba el saco uvular, realizaba una especie pequeño parpadeo en su barbilla.
Ya en su campamento, este ejemplar de la especie Rhinella festae emitió nuevamente un sonido. No era el común croar de los sapos, sino un finísimo “ruuur-ruuur”.
Por azar, el biólogo había hallado la evidencia que derrumbó la idea de que esta especie no podía cantar por su particular anatomía vocal.
En febrero, la revista Neotropical Biodiversity reportó el hallazgo. En su artículo, Brito y el también biólogo ecuatoriano Diego Batallas describieron el sonido de esta especie que habita en las cordilleras amazónicas de Cutucú y del Cóndor. Esta última se extiende desde Ecuador hasta Perú.
“Este canto particular de Rhinella festae es la primera vez que se registra y es algo sorprendente porque, en pocas palabras, no debería cantar”.
Diego Batallas, biólogo.
Esta variedad es conocida como sapo del Valle de Santiago. De piel marrón y rugosa, puede medir entre 45 y 68 milímetros y se caracteriza por la cabeza terminada en una prominencia nasal. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la incluyó en su lista de animales casi amenazados.
La frecuencia dominante de su canto está en un rango de 1.21 a 1.55 kilohercios, con una a dos notas multipulsadas, y una duración promedio de 0.72 segundos. “Un sonido muy sutil y muy difícil de escuchar en el campo”, señala Batallas, quien antes de ser biólogo fue corista en un conservatorio.
También puedes leer: Síndrome de Tourette: ¿qué es y qué tiene que ver con los zombis?
Hoy, todos los sapos cantan
Los sapos Rhinella festae carecen de saco y hendiduras vocales. El primero es un cartílago que se infla y hace las veces de un parlante; las segundas, una suerte de válvulas que regulan la entrada y salida de aire.
Ubicado debajo del mentón, el saco vocal les permite a los anfibios amplificar su canto para que se oiga a más de 1 km de distancia.
El fino hilo de sonido de los Rhinella festae demostraría que todas las especies de sapos cantan.
“Muy probablemente existen especies que hayan pasado desapercibidas y que por procesos evolutivos que desconocemos no necesiten que sus sonidos se escuchen muy lejos”.
Diego Batallas, biólogo.
En el caso de los Rhinella festae, su canto es de anuncio, como si se tratara de una tarjeta de presentación. En otras especies, el croar está asociado al cortejo y a la defensa de territorio.
Ecuador tiene registradas 658 especies de anfibios. De ellas, 623 corresponden a sapos y ranas y casi un 60% está en riesgo o en peligro crítico de desaparecer.
Te podría interesar: En “buen estado y para altos funcionarios”, hallan 5 tumbas faraónicas en Saqqara, Egipto
La identidad sonora de un sapo
En un laboratorio en Quito, Brito tiene el ejemplar disecado del sapo considerado mudo, Rhinella festae, que sorprendió a la ciencia. El experto todavía se entusiasma cuando recuerda el azar que lo condujo al descubrimiento.
En 2016, levantaba un inventario de la fauna que vive entre los ríos Upano y Abanico, en la amazónica provincia de Morona Santiago, en la frontera con Perú.
Una noche, relata, entró al bosque y captó el sonido que confundió primero con el de un grillo. Contactó a Batallas para que ambos, en el laboratorio, escucharán el llamado del sapo.
“La primera vez que escuché dije: ¡uf! Esto no suena a un sapo, es como una especie de un pajarito, un trinito. No tiene la característica de un anfibio”.
Diego Batallas.
Ya con la certeza de que se trataba de un canto jamás registrado por la ciencia, el investigador destaca la importancia de que, por fin, los Rhinella festae tengan una identidad sonora como la mayor parte de especies de sapos.