Internautas en redes sociales comparan el actual desarrollo de las vacunas contra el COVID-19 con inmunizaciones contra otros virus como el VIH o el ébola, que aún no han sido creadas o que tardaron varios años en estar listas.
Para dar respuesta a ¿por qué las vacunas del COVID-19 fueron fabricadas en un periodo corto y no ha sucedido igual con tratamientos para otras enfermedades?, dos expertos mexicanos, explicaron a la agencia de noticias Reuters, algunos de los factores que han influido para que estas inoculaciones fueran elaboradas meses después de los primeros casos de contagios documentados en la ciudad china de Wuhan, a finales de 2019.
“Es muy relevante señalar que esto no surgió de la nada. Fue gracias a muchos años de conocimiento, a la inversión en ciencia [y a los estudios] de especialistas en diversas partes del mundo trabajando sobre estas nuevas tecnologías”, dijo Diana Vilar Comte, del departamento de Infectología del Instituto Nacional de Cancerología de México.
De acuerdo con la experta, otro factor que ayudó al rápido desarrollo de las vacunas fue la colaboración entre diferentes actores, por ejemplo la academia con la iniciativa privada, como ocurrió en casos como el de la vacuna de Oxford-AstraZeneca.
“Mientras que se estaba haciendo toda la investigación, los laboratorios empezaron a preparar las plataformas para su producción”, relató la médica, que cuenta con una maestría en Epidemiología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Reuters reportó que se prevé que el gasto mundial total de las vacunas ascienda a los 157 mil millones de dólares para el 2025; impulsado por los programas de vacunación masivos en marcha y por las “inyecciones de refuerzo”, que se esperan sean cada dos años, según un informe de la empresa estadounidense de datos sobre salud IQVIA Holdings.
Por su parte, Edgar Pérez Barragán, médico infectólogo adscrito al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), comentó que algunas de las plataformas de las dosis, como aquellas de virus inactivado y vectores virales, ya se habían usado anteriormente.
En el caso de ARN mensajero, aclaró, que su aplicación es más reciente, pero se comenzaron a investigar hace años con otros tipos de Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS) anteriores o con el coronavirus causante del síndrome respiratorio del Medio Oriente, MERS-CoV.
“Como ya se tenía [el conocimiento] previo de esta plataforma, básicamente lo que se hizo es meter la información de RNA de este coronavirus. La plataforma ya estaba desarrollada. De ahí, ya habíamos ganado mucho tiempo, y me atrevo a decir que muchos años”, afirmó.
¿Qué pasa con el desarrollo de vacunas y tratamientos de otras enfermedades?
VIH
El VIH es una de las enfermedades a las que las personas suelen aludir en los contenidos en redes sociales que plantean dudas sobre por qué han pasado cuatro décadas desde el primer caso registrado y aún no existe una inyección totalmente aprobada o efectiva.
Al respecto, ambos expertos coincidieron en que un factor que ha complicado el desarrollo son las altas tasas de mutación del virus en cuestión.
Pérez Barragán, que está a cargo de la clínica de VIH del IMSS, mencionó, además, que otros puntos que dificultan que se halle una dosis son el proceso de replicación y el ciclo viral del mismo.
“Se internaliza a la célula humana y se integra al material genético de las personas. Una vez que entra este material, el sistema inmunológico no lo reconoce del todo y no monta una respuesta o un mecanismo de defensa contra ese virus”.
El también profesor de la UNAM reiteró que los obstáculos no son tanto por la cuestión de las plataformas de las dosis, sino por cuestiones inherentes al VIH.
“Las vacunas están tratando de buscar un mecanismo anterior a que se introduzca el virus a la célula”, apuntó.
Actualmente, se están llevando a cabo estudios para encontrar una inmunización contra el VIH. Uno de ellos es “Mosaico”, de Johnson & Johnson, el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas y la Red de Ensayos de Vacunas contra el VIH, que comenzaron en 2019 sus pruebas y ya alcanzaron la fase 3.
Johnson & Johnson anunció, a finales de agosto pasado, que los datos de otro estudio llamado “Imbokodo” mostraron que ese régimen de vacunación en investigación “no otorgó suficiente protección contra la infección” en una población de mujeres jóvenes en el África subsahariana.
Ébola
En el caso de la enfermedad producida por el virus del ébola, ésta se detectó por primera vez en 1976, según informa la OMS.
Entre 2014 y 2016, hubo un gran brote en África Occidental en países como Guinea, Sierra Leona y Liberia. Pero fue hasta finales de 2019 cuando el uso de una vacuna, conocida como Ervebo, fue autorizada por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA por sus siglas en inglés) y aprobada por la Administración de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA).
Vilar Compte también consideró que algunos de los factores que pudieron haber injerido en que el proceso de esta dosis fuese más convencional en su tiempo de desarrollo, es que el virus ha estado más focalizado y su tasa de diseminación no es tan alta, aunque la de letalidad sí.
El virus, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, no se transmite por aire, pero sí a través del contacto, directo o indirecto, con la sangre u otros líquidos o secreciones corporales (sangre, heces, vómito) de personas infectadas, cuando éstas presentan síntomas.
Cáncer
El cáncer, que engloba una serie de enfermedades, es otro de los padecimientos que las personas citan en las publicaciones. Vilar Compte puntualizó que algunos tipos están relacionados con infecciones, como la hepatitis B o el virus del papiloma humano, para las que ya hay inmunizaciones con el fin de prevenirlas.
Pérez Barragán, por su parte, agregó que el cáncer es diferente porque no hay un agente infeccioso con relación a una respuesta inmunológica. “El mecanismo de acción sería diverso, que frene o impida la oncogénesis, que sería la generación del cáncer”, concluyó.
Reuters ha abordado anteriormente, en inglés, contenidos con información inexacta sobre el desarrollo de las inyecciones del SARS-CoV-2 con otras para el cáncer, el VIH o la gripa.