Desde muy pequeños sabemos con quién podemos tener un vínculo especial y eso es mediante el intercambio de saliva, de acuerdo con un nuevo estudio publicado en la revista Science.
Según lo publicado en el sitio especializado, el intercambio de saliva en actividades como besarse o compartir comida es la señal para saber si dos personas tienen ese vínculo especial.
Ashley Thomas, investigadora de Harvard y el MIT, y su equipo querían saber si los niños pueden distinguir relaciones especiales denominadas “densas”, un término acuñado por primera vez por el filósofo Avishai Margalit. Para ello, el equipo ideó una serie de experimentos.
Así fue el experimento
En una primera instancia, presentaron a un grupo de más de 100 niños de entre cinco y siete años dibujos animados con personajes en interacción entre ellos y el estudio arrojó lo siguiente:
“Los niños predijeron con éxito que compartir utensilios, o lamer el mismo alimento, ocurriría dentro de familias núcleo, mientras que compartir juguetes y alimentos repartibles ocurriría igualmente dentro de amistades y familias”.
Tras este primer resultado, el equipo quiso probar la teoría en bebés y niños más pequeños, que no pueden expresar sus pensamientos tan bien como los niños más grandes.
A este grupo les pasaron imágenes de una mujer mordiendo una rebanada de naranja, luego hacía que alimentaba a una marioneta y luego le daba otra mordida a la misma rebanada.
En otro video, se mostraba a una segunda mujer pasando una pelota de un lado a otro con la marioneta. Luego mostraron a los niños un clip de la misma marioneta llorando, con ambas mujeres a cada lado, y midieron a quién miraban los bebés primero y durante cuánto tiempo.
“Ambas son interacciones realmente amistosas y cooperativas, pero solo una de ellas podría ser algo que asociaríamos como adultos con una relación cercana”, explica Thomas.
¿Y cuál fue el resultado? Los niños supusieron que la pareja en una relación de intercambio de saliva era más cercana.
Además, para asegurarse de que los éstos no estuvieran simplemente asumiendo que una persona que comparte comida es inherentemente más amable, realizaron otra prueba en la que a los sujetos se les mostraron los mismos videos de apertura, pero la marioneta en apuros era un personaje nuevo.
En este punto, ni los bebés ni los niños pequeños miraban primero o por más tiempo al que compartía la comida.
Para finalizar, realizaron una prueba en la que una actriz colocó su dedo en su boca, lo giró y luego lo colocó en la boca de la marioneta, mientras que la otra actriz realizó las mismas acciones de rotación en ella y en la frente de la marioneta.
Otra vez, los niños miraron más a la actriz compartiendo saliva cuando la marioneta lloraba, aislando a esta como marcador.
Como explican en el trabajo, la conclusión principal del estudio es que los bebés no solo prestan atención a los rasgos de las personas, también prestan atención a quién está conectado y cómo están conectados, “comprender cómo pensamos acerca de las relaciones humanas podría algún día tener beneficios prácticos, por ejemplo, al ayudar a las personas a las que les resulta más difícil forjar tales vínculos”.