Los alacranes pertenecen al grupo de los arácnidos y son muy diversos. Existen aproximadamente 2 mil especies en todo el mundo y tienen una amplia variedad de tamaños, formas y colores. Sin embargo, tienen una curiosa, interesante y poco conocida cualidad, todas las especies son fluorescentes bajo la luz ultravioleta.
Conoce más de esta sorprendente especie que forma parte de la campaña “Somos guardianes” de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), cuyo objetivo es promover la participación ciudadana en el conocimiento, valoración y respeto de la naturaleza mexicana.
Alacranes son fluorescentes bajo la luz ultravioleta
Los alacranes temidos e incomprendidos tienen una interesante y poco estudiada cualidad, todas las especies son fluorescentes bajo la luz ultravioleta.
Cuando un alacrán es expuesto a la luz ultravioleta su cuerpo desprende un intenso color azul verdoso que los hace parecer seres de otro planeta. Sin embargo, la Conabio asegura que su función es un misterio evolutivo.
Existen teorías sobre que esta fluorescencia es utilizada para atraer sus presas, ahuyentar depredadores o como alguna forma de orientación.
No obstante, lo fascinante es que, según expertos, los alacranes mantienen esta capacidad, incluso, millones de años después, logrando que una vez más la naturaleza supere a la ficción.
Los alacranes no han cambiado su apariencia física en millones de años
De acuerdo con la Comisión, la primitiva apariencia de los alacranes no ha cambiado en millones de años.
Existen aproximadamente 2 mil especies en todo el mundo y tienen una amplia variedad de tamaños, formas y colores. De estos, 250 habitan en México y sólo 15 representan un peligro para el peligro de las personas.
Habitan una gran variedad de ecosistemas como dunas y desiertos, bosques y selvas, en donde se desenvuelven como depredadores nocturnos controlando poblaciones de insectos y otros artrópodos e inclusive algunos roedores y lagartijas.
¿Cómo son los alacranes?
Los alacranes pertenecen al orden de los Scorpiones y se distinguen del resto de los arácnidos por poseer los pedipalpos y quelados, es decir, un par de pinzas y un “cola” con un aguijón, llamados metasoma y telson.
Su tamaño varía desde los 3 mm a los 25 cm y tienen diversos colores. No obstante, y contrario a la creencia popular, la diferencia de colores y tamaños no tiene nada que ver con la toxicidad del animal.
Los escorpiones son depredadores nocturnos y pueden ser cazadores o atrapadores de presas. Su dieta incluye pequeños artrópodos, como: escarabajos, palomillas, grillos, cochinillas. Incluso otros alacranes, así como pequeñas lagartijas y roedores, pero datos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se ha reportado un caso de un alacrán devorando una pequeña ave.
Los alacranes tienen una vida muy interesante, algunas especies viven pocos años, pero otras llegan a vivir hasta 20 años, como es el caso de los de laboratorio. No son seres sociales por lo que muy rara vez se ven más de dos juntos.
Esta especies es vivípara, a diferencia de las arañas que nacen de huevo, éstos se desarrollan en el cuerpo de la madre. Al momento del parto, la madre los recoge en una forma de “canasta” y los sube al dorso, donde se terminarán de desarrollar, mudarán y después abandonarán a su madre.
Por lo anterior, existe la creencia de que los alacranes se comen a la mamá al crecer, pero esto es totalmente falso, en realidad se trata de restos de muda de las crías en el dorso de su madre.
Alacranes en la cultura mexicana
Los mexicas llamaban colotl a los alacranes y los asociaban a Huehuetéotl-Xiuhtecuhtli, dios del fuego, esto debido a que su picadura produce un dolor ardiente.
Según el arqueólogo Enrique Vela, las palabras nahuas y mayas para referirse al alacrán se asociaban con el castigo y se les asociaba también con el autosacrificio y con la constelación de Escorpión.
Para los mexicas este animal, también estaba relacionado con Tlaltecuhtli, la diosa de la tierra, y con los dioses de la muerte.
Mientras que para los mayas estaba relacionado con el dios Ek Chuah, la diosa vieja, la cacería y la lluvia.
“Cuando el alacrán vino al mundo, vino con la intención de matar a quien picara, pero para que ello fuera posible tenía que ayunar siete días. Iba ya en el sexto día de su abstinencia cuando volando, volando, llegó a pararse ahí, en el suelo, un zanate. El alacrán estaba acostado junto a una piedra. Aunque con miedo, el zanate le preguntó: ¿Qué haces alacrancito? Y el alacrán le contestó: Pos yo aquí, estoy aquí ayunando. ¿Y por qué? Le preguntó el zanate. Aaah, porque a quien yo pique se tiene que morir, y para eso yo tengo que ayunar siete días. Ésa es la misión que cumplo. Ya nomás me falta un día. El zanate le dijo: Mmmm, no creo que lo logres porque eres bien chiquito. Mejor lo que debieras hacer es comer, como yo; si vieras qué contento me pongo cuando estoy lleno. Pero el alacrán buscaba razones y se defendía. Entonces el zanate tuvo una idea y le dijo: A ver pícame mejor en una pata, a ver si de veras picas fuerte. El alacrán, molesto, le picó una pata, pero el zanate le dijo: No sentí nada, mejor ya come, ya no estés sufriendo. Y el alacrán empezó a comer de su pata, ya mero terminaba, cuando el zanate voló hasta la rama de un árbol chillando, porque los piquetes del alacrán fueron tremendos. Es desde entonces que por donde anda el zanate se oye claramente como chilla. Fuerte fue el piquete de veras, pero el zanate salvó al hombre de este mundo de morir picado de alacrán”. Hernández, 1980, en Vázquez Galicia, 2015, p. 106 en Vela, Enrique (textos y selección), “Alacranes”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 86, pp. 38-45.