Un bajo puente, un camellón y los jardines de un parque son el hogar de Elías, Luis y Ernesto, tres historias que convergen en una misma situación, la del abandono y las carencias; tres personas que en algún tiempo tuvieron familia, casa, trabajo y ahora lo han perdido todo.
"Hay mucha gente que nos ve aquí en la calle y muchas veces para ellos no somos nada, somos como una basura" afirma Luis, quien quedó huérfano a la edad de nueve años y ahora vive en un camellón a la orilla de una estación del metro. Su más preciado tesoro es "Pirata", una perra que encontró en la calle hace aproximadamente dos años y ahora es su fiel compañera.
Elías vive debajo de un puente, no recuerda cuánto tiempo lleva en la calle pero sí que trabajaba mucho y tenía una esposa y dos hijos. Su casa ahora es un cuadro delimitado con botellas de plástico donde resguarda un objeto poco común, una herramienta construida por él mismo.
Ernesto, vive en un jardín del Parque Hundido, pero duerme en una galera junto a muchas personas sin hogar. Por miedo a que le roben alguna de sus pocas pertenencias, cada vez que se desplaza carga su cobija y su mochila, adentro tiene un objeto que le hace feliz, es un "discman" que se encontró en la basura, escucha las noticias en la radio todos los días y como él lo dice es su único entretenimiento.
De acuerdo a la especialista Dalia Jaquez, Jefa de la carrera de Psicología de la Universidad La Salle, estos objetos tienen una explicación psicológica: "Para convertirnos en seres humanos necesitamos tener un vínculo con una persona, sin embargo, cuando no hay un situación completamente realizada [⬦] la persona se va quedando con ciertas deficiencias, entonces desarrollan apego a objetos".