La fase primera del muro de Donald Trump entre México y Estados Unidos ya está en pie, al menos simbólicamente. Un trozo de pared de poco más de tres metros de altura ubicado a pocos kilómetros la frontera real, en medio de ninguna parte e incapaz de impedir el paso de quien trate de acceder ilegalmente en el país.
Una construcción que fracasa en su misión más obvia, la de separar, y que muestra lo ilógico de su construcción, o siquiera la planeación.
La obra resulta un monumento casi improvisado al discurso del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump.