El templo de San Fernando, ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, está a punto de derrumbarse.
Tiene tres siglos de antigüedad y a pesar de ser un recinto histórico, está deteriorado, sus paredes y pisos están cuarteados, la fachada se cae a pedazos y la hierba crece entre las grietas.
A pesar de que el templo representa peligro para los feligreses, no puede llevarse a cabo ningún tipo de mantenimiento, pues depende exclusivamente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta); sin embargo, no hay presupuesto para la obra.
Este no es el único templo dañado. A sólo unas calles, se ubican al menos otras tres iglesias en las mismas condiciones: el Templo de San Hipólito, la Iglesia de San Juan de Dios y la Parroquia de la Santa Veracruz.